¿Falta de tiempo o falta de esfuerzo?
Por Cesar Antonio Chumbiauca - diciembre 04, 2015
Por César Antonio Chumbiauca
Cerca de cumplir los 26 años y todavía no he
publicado una novela como lo tenía previsto desde la secundaria. Me he dado tiempo
para muchas otras cosas valiosas como mi familia, los amigos, mi novia, un
empleo de profesor y una noble carrera de bibliotecólogo que me permite humildemente
escribir en este blog que a usted, desocupado
lector, le ha ocupado. He pensado que si quiero publicar por fin una novela
o una colección de cuentos, debería dedicar tiempo completo, abandonarlo todo,
buscar la soledad, el hambre y el sufrimiento y escribir como un obseso. Pero
cuando meditaba sobre eso, la casualidad me llevó a tropezar con unos artículos
y entrevistas que me hicieron cambiar de opinión y admitir que el problema no
es falta de tiempo, sino de entrega.
En el suplemento
El Dominical del diario El
Comercio de la primera semana de noviembre
de 2015 hay un artículo que describe un hecho muy curioso. Se titula El caso Arámbulo y
es sobre un autor peruano recontra
desconocido que ha quedado entre los finalistas del Premio Hispanoamericano de
Cuento Gabriel García Márquez, de los cuales uno es el reconocido escritor
mexicano Juan Villoro. ¿Quién es ese talento que acaba de salir a la luz?
Carlos Arámbulo, hombre casado, padre de dos hijos, con una carrera ligada al
mundo empresarial y cuya convivencia con la literatura alcanzó sus primeros
éxitos recién… a los 50 años de edad.
En la misma edición de El Dominical, continua a la página sobre
Arámbulo, hay un adelanto de una novela de Haruki Murakami, Escucha la canción del viento y Pinball 1973.
Es la historia de un hombre que en busca de tener su propio negocio abre un bar
cultural. El primer resultado son solo deudas y pesares pero no el abandono de
su interés por los libros. Enternece este fragmento:
Por lo visto, no podía vivir tranquilo. Si pienso en aquella
época, lo único que recuerdo es: “¡Cuánto trabajo!”. Seguro que cuando uno se
imagina la vida de un veinteañero normal es más divertida, pero yo apenas podía
permitirme el lujo, ni en lo que se refería a tiempo ni en lo que se refería a
dinero, de “disfrutar de mi juventud”. Sin embargo, incluso entonces, en cuanto
disponía de un momento libre cogía un libro y leía. Por más trabajo que
tuviera, por más dura que fuese mi vida, por más agotado que estuviese, leer un
libro, lo mismo que escuchar música, continuó siendo, siempre, un gran placer.
El único placer que nadie podía arrebatarme.
Después, por pura curiosidad, encontré
en YouTube una entrevista que le hizo Marco Aurelio Denegri al destacado
miembro de la Generación del 50, Carlos Eduardo Zavaleta. En el video Denegri
comienza por decir que según Bertrand Russell los artistas y escritores producen
lo mejor de su obra antes de los 40 años y que después entran en decadencia,
pero que hay varias excepciones y entre ellas Zavaleta quien produjo lo mejor
de él ya mayor. Entonces le pregunta cuál ha sido su relación con la
literatura. Zavaleta responde:
A
pesar de que a veces no tenía tiempo, a pesar de eso, pues encontraba un lapso,
como sea, y allá iba sobre unos libros que desconocía o sobre algunas
cuartillas que no había terminado, de tal manera que esa convivencia es una
convivencia viva (…) Y eso es mantenerse vivo uno y viva la literatura. (…)
Pero
cuando uno ya se desposa con la literatura, no hay divorcio posible; aunque uno
no publique, siempre hay una vida soterrada, una especie de pensamiento con los
libros como si fueran personas…
Son pocos los que llegan a vivir
plenamente para la Literatura. Pocos tienen la suerte y la disciplina, incluso
el coraje que tuvo Mario Vargas Llosa, aunque es sabido que cuando no era tan
conocido tenía como siete empleos a la vez; por eso Raúl Porras Barrenechea le
exigía que se dedicara a escribir. Lo importante es ponerle ganas, sacarle una
más a las 24 horas del día. Al fin, no se puede escribir grandes cosas sin
vivir la vida en todos sus aspectos, incluso los que no parecen vivirse. ¿De
dónde salió El libro del desasosiego
de Pessoa que cuenta la historia rutinaria de un hombre? Juan Rulfo escribió
dos libros de una genialidad tremenda y eso le bastó. Trabajaba para el
Gobierno en asuntos burocráticos.