Black Mirror, la serie de distopías tecnológicas de Netflix, lanzó recientemente su sexta temporada. Particularmente, el primer episodio me pareció muy interesante, especialmente por plantear el asunto de la vulneración de nuestra información personal en internet, la generación de contenido con inteligencia artificial y la computación cuántica, todo eso cocinado con una trama inteligente y a la vez muy divertida.

Joan (Annie Murphy) es una mujer que vive felizmente casada, aunque todavía tiene comunicación por mensajes de texto con su anterior pareja, que insiste en volver a verla. Ella va a su trabajo en una compañía tecnológica donde su asistente gay le informa que debe despedir a una empleada. Lo hace, se siente mal y acude a su psicóloga. Le confiesa que ama a su esposo, pero que su anterior pareja era mejor en la cama y que extraña aquello. Luego se encuentra con ese hombre, cenan, se besan, pero ella no cede más y vuelve a casa para estar al lado de su marido. Él le ha preparado la cena, deciden ver juntos una serie en streaming sentados en el sofá, y mientras buscan algo para ver encuentran una llamada “Joan es horrible”, cuya protagonista tiene casualmente su mismo estilo de corte de cabello. Intrigados dan play y en ese momento empieza lo bueno: todo lo que ella ha hecho durante el día, extrañamente, se replica dramáticamente en la serie con una Joan interpretada por Salma Hayek. Es como si todo lo que usted realizó a lo largo del día, incluidas sus actividades íntimas, se convirtiera en el programa estelar de la noche que todos ven y del que van a hablar. ¿Cómo es que está pasando eso?

A partir de aquí, despiertan las preguntas en nosotros; vamos a ir tratando de resolver el misterio, pero la serie da un giro y luego otro a medida que vayamos resolviendo o pretendiendo adelantarnos a los hechos. En cada giro un asunto vinculado a los avances tecnológicos aparece como si se tratara de cada círculo del infierno de Dante, aunque también hay toques que nos recuerdan a ese cuento de Jorge Luis Borges llamado “Las ruinas circulares”, donde un hombre intenta dar vida a otro hombre a partir de sus sueños.

También tiene un parecido al Show de Truman, la película protagonizada por Jim Carrey, sin embargo, esta vez no se trata de un montaje televisivo, sino de un tópico adaptado a una realidad que está a la vuelta de la esquina, que es posible si la tecnología sigue dando pasos sin regulaciones o consideraciones éticas, con trampas legales y valiéndose del morbo y las inseguridades de la gente para vender.

Siempre he recomendado Black Mirror, aunque sé que a muchas personas les parece que algunos episodios son retorcidos y con finales trágicos, en este caso no hay nada penumbroso y fatalista, todo lo contrario, la combinación entre Annie Murphy y Salma Hayek es muy graciosa y el final también nos llena de sosiego.

Es difícil hablar de cosas serias riendo, ¿verdad? En “Joan es horrible” eso ha sido posible.

César Chumbiauca