A la saturación
informativa se le ha llamado “infoxicación” o “sobredosis de información” y
otras maneras médicas que la doctora Estela Morales ha apuntado en el libro Información, desinformación, bibliotecas y
usuarios del siglo XXI (IIBI,
2021). Al respecto, el documentalista José López Yepes ha comentado lo
siguiente en la presentación de la obra:
Me ha llamado por otra parte la
atención la relación terminológica que establece la doctora [Estela] Morales
con los nuevos términos acuñados para describir la tragedia del exceso de
información donde no se discrimina, lamentablemente, la cantidad de la calidad.
Son términos médicos como, por ejemplo, intoxicación, toxicidad, epidemia,
etcétera. Todos ellos vinculados al fenómeno de la información
(minuto
20:00).
Por otro lado, en el
libro Acepto las condiciones: usos y abusos de
las tecnologías digitales (Santillana, 2019), el investigador
Cristóbal Cobo menciona al poeta Donal Hall y al filósofo Daniel Innerarity
para criticar la saturación informativa: “‘La información es el enemigo de la
inteligencia’, diría el poeta americano Donal Hall. El filósofo Daniel
Innerarity, al aludir el exceso de complejidad, plantea que la nuestra es la
sociedad de la desinformación y del desconocimiento” (p. 61).
Definitivamente uno de
los problemas del exceso de información es la dificultad para procesarlo todo
de tal modo que podamos sintetizar algo concreto. En su libro Homo videns: la sociedad teledirigida
(Taurus, 1998), Giovanni Sartori afirma estar de acuerdo con Sergio Lepri en el
siguiente punto: “Internet es un gran mar donde navegar es apasionante […] pero
un mar que, después de una pequeña travesía de algunos días, preferimos
contemplarlo sin movernos del puerto” (p. 55).
Y lo mismo comenta el
autor de Homo Desus: breve historia del
mañana (Debate, 2016), Yuval Noah Harari: “Se suponía que los humanos
destilaban los datos para obtener información, destilaban la información para
obtener conocimiento, y este se destilaba en sabiduría. Sin embargo, los
dataístas creen que los humanos ya no pueden hacer frente a los inmensos flujos
de datos actuales ni, por consiguiente, destilar los datos en información ni
mucho menos en conocimiento o sabiduría” (p. 401). Los dataístas son aquellos
que han entregado todo el procesamiento de los datos a merced de los algoritmos
y la inteligencia artificial.
¿Qué hacer? Al menos en
el plano individual, alejarse un poco de la pantalla porque es un maremágnum de
información. Solo así podremos ordenar
nuestras ideas en base a lo que hemos podido leer o mirar. Por supuesto, hace
mucho bien leer, pero también hace otro bien no leer nada ni informarse de nada
por algunas horas para encontrarnos con nuestra propia conciencia. Podríamos
ocuparnos de alguna actividad doméstica como preparar la cena o reparar algo
dentro de casa. Dibujar o pintar también son maneras de distraernos y meditar. Igualmente
podríamos salir al jardín o mirar los autos pasar como cantaba John Lennon en Watching the Wheels. Lo que a mí me
gusta es escribir en un cuaderno todo lo que pasa por mi cabeza y cotejar datos
después.
Se trata entonces de
dejar el televisor, la computadora, el teléfono y cualquier otro artefacto con
pantalla que no solo miramos y oímos, sino que piensa por nosotros. Si queremos
hacerlo por nuestra propia cuenta, debemos suspender por un momento las voces
de las pantallas y escuchar solo la nuestra.
Para terminar, me late que es preciso citar estos versos del poeta Javier Heraud: “Leo mucho en el día y por la noche / me siento a esperar el otoño”. (Estación reunida).
César Antonio Chumbiauca