¿La edad de oro de la Biblioteca Nacional?
La Biblioteca Nacional
del Perú acaba de cumplir 201 años. Fue creada por José de San Martín mediante
decreto el 28 de agosto de 1821. Desde entonces, ha sido el termómetro de la
cultura en el Perú, pues a lo largo de su historia, sus éxitos y sus crisis han
dependido también de los éxitos y las crisis de los gobiernos, así como de la
atención, en mayor o menor medida, que han puesto en ella.
Solemos recordar más
fácilmente los episodios de desastre como el saqueo que sufrió durante la
ocupación de Lima durante la Guerra del Pacífico y el incendio de 1943, incluyendo
por eso a los personajes involucrados en su recuperación, como Ricardo Palma y
Jorge Basadre. Como pasa en todo ámbito, luego de la tormenta sigue el
entusiasmo de la renovación, las cosas marchan bien hasta que nuevos problemas
que no se corrigen se van acumulando hasta que llegamos a otra crisis y
entonces se repite el ciclo.
El historiador Marcos
Garfias Dávila, en La Biblioteca Nacional
del Perú: 200 años de historia (BNP, 2021), examina precisamente esos
ciclos en la historia de la institución cultural más antigua de nuestra
república. Comentemos el capítulo titulado “La edad de oro”.
Este momento se dio luego
de que Jorge Basadre dejara sentada las bases de la modernización de la BNP en
varios aspectos, mejorando su infraestructura, sus servicios y su personal. Al
dejar la dirección de la BNP en julio de 1948, le tomó la posta el ingeniero y
matemático Cristóbal de Losada y Puga, quien permaneció como director hasta
1961. En estos años, las primeras promociones de la Escuela Nacional de
Bibliotecarios aplicaron sus conocimientos y su entusiasmo en las distintas
áreas de la Biblioteca, donde comenzaron a trabajar y a ocupar puestos
importantes de mando, en su mayoría mujeres que habían recibido una formación
sobresaliente al provenir de familias de clase media y alta. Eran cultas, se
desenvolvían en otros idiomas y eran empeñosas.
Con este personal
calificado, Losada y Puga aplicó los planes de modernización que había dejado
encaminado Basadre y los llevó a su consolidación estableciendo una serie de
departamentos para funciones específicas. Por primera vez, las técnicas más
avanzadas de procesamiento de la información, que antes se habían comenzado a
aplicar por Pedro Zulen y Jorge Basadre en la biblioteca de San Marcos, eran
llevadas a cabo en la Biblioteca Nacional. A su vez, se había incorporado, por
medio de gestiones y donaciones, colecciones de las bibliotecas de figuras como
Ricardo Palma, Andrés Avelino Cáceres y Raúl Porras Barrenechea.
Luego de Losada y Puga,
los siguientes directores (Rubén Vargas Ugarte, Carlos Cueto Fernandini y
Guillermo Lohmann Villena) optarían por mantener el mismo funcionamiento de la
Biblioteca, pues según Marcos Garfias, “funcionaba como un sofisticado mecanismo
de relojería”.
A partir de lo contado
por Garfias en ese capítulo, hay dos aspectos que podemos reconocer de la
mencionada edad dorada: primero, la estabilidad en la dirección, pues Losada y
Puga permaneció trece años hasta su muerte. Cierto que trece años es demasiado,
pero un tiempo considerable ayuda mucho. “El extenso periodo durante el cual
ocupó la dirección de la Biblioteca fue un factor importante para consolidar su
modernización pues llegó a conocer en detalle el funcionamiento real de la institución,
las rutinas y las formas de trabajo de los empleados. Estos conocimientos
resultaron fundamentales para lograr que la nueva organización marchara con la
eficiencia de una maquinaria”, señala el autor del libro.
Lo segundo es la
confianza y el apoyo a su personal, algo que desde los años 70 se ha ido
resquebrajando en la salud interna de la BNP con algunos grupos y hasta el día
de hoy ningún director o directora ha podido sanar por completo debido a
diversos factores, tanto presupuestales como administrativos. En tiempos de
Losada y Puga no pasaban —o no se confiesan— esas cosas, pues contaba con un
equipo bien preparado y sumamente comprometido que, dicho sea de paso, en su
mística, asumieron su vocación como lo que es una vocación: hacer sacrificios
por un ideal. Por supuesto, si tienes un puesto de mando y provienes de una
familia un tanto acomodada, es más fácil tener mística y vocación. Con los
años, las últimas generaciones de la Escuela Nacional de Bibliotecarios
apodaron a dichas señoras como las “vacas sagradas”.
Pero si tienes
profesionales que provienen de sectores no muy favorecidos, hay que tener en
cuenta que su vocación no está exenta de sus deseos de superación económica,
más aún si deben mantener una familia, de lo contrario, trabajarán por poco
tiempo hasta encontrar mejores oportunidades y otros se quedarán pugnando por
mejores condiciones o confrontando a sus jefes permanentemente.
La historia de esa edad
de oro todavía puede ser revisada, pues hasta el momento ha sido contada desde
la parte oficial en los libros de la misma Biblioteca Nacional, que hace bien
en publicar este tipo de textos para que quienes los lean puedan saber más y
juzgar críticamente, en especial porque todos celebramos que la Biblioteca
Nacional tenga más de doscientos años y, por lo tanto, queremos estar
orgullosos de ella.
César Chumbiauca Sánchez