No es un método para escribir artículos que serán
aclamados. Es algo más general, algo por lo que hay que empezar, un método que,
si bien se puede aplicar para un relato o un paper, también puede servir para escribir una carta, un discurso,
un informe, un artículo para un boletín, incluso un post para Facebook. Obviamente, cada tipo de texto tiene sus
particularidades y su tiempo, pero repito, estas son solo sugerencias para
cualquiera que quiera ordenar un poco su proceso de escritura.
1.
Infórmese
Como editor de un magazín para bibliotecarios, he rechazado
algunos textos que no decían nada, aunque tuvieran mil palabras. ¿Qué exponían
entonces esos textos? Asuntos muy vagos, puras generalidades que pudiera
escribir cualquier escolar. Que la educación merece más presupuesto, lo
sabemos; que necesitamos bibliotecas, lo sabemos; que la gente lee muy poco, lo
sabemos. Lo que se necesita es explicar, ofrecer puntos de vista y, si se
puede, proponer soluciones originales con sustento. La única manera de no sonar
trillado es informándose, a menos que usted conozca bien el asunto, como lo
hago ahora escribiendo esto respaldado por algunos añitos de experiencia.
2.
Medite
Todos afrontamos la temible página en blanco, pues siempre es más
probable que uno encuentre las mejores ideas mientras está sentado en el
inodoro que frente a la computadora. Escuché una vez sobre un profesor de
filosofía que llegó a clases con el brazo todo escrito en azul porque no había
encontrado papel. Dijo que no podía dejar pasar la inspiración y su brazo fue
el único soporte que encontró para retenerla. Otro ejemplo es el de un amigo
periodista a quien admiro mucho. Él me dijo que cuando sale a trotar no solo es
para estar en forma, sino que da vueltas y vueltas mientras piensa en la
estructura y el primer párrafo del artículo que debe escribir. Creo que ese
consejo justifica toda esta exposición.
3.
Escriba de corrido
Y llega el momento de escribir. Luego de haberse informado, luego
de haber meditado sobre cómo planteará su texto y cuáles serán las primeras
líneas, puede comenzar a redactar. Sugiero que, si se trata de un artículo, un
episodio o un capítulo, lo escriba todo de un solo tirón. No lo deje para
después, porque luego es muy difícil retomar la tarea, incluso puede sufrir el
peso de una enorme pereza. Es mejor terminar el texto como si estuviera frente
a un auditorio con media o una hora para exponer, no pudiendo retirarse sin
haber culminado su disertación. Y un consejo más, si escribe, procure alejar el
celular y cerrar todas las páginas que tenga abiertas en Internet. Evite
cualquier distracción y dedíquese. Si lo hace así, se sentirá muy bien, se lo
aseguro. Y no piense todavía en cómo va con la ortografía o si las ideas están
bien hiladas. Ya habrá tiempo para una segunda o tercera lectura. Luego de eso
tendrá que dejar que su texto duerma unos días antes que pase por el horno de
la corrección.
4.
Corrija
Confieso que el
error de no corregir es notable en mis primeros textos. Cuántas cosas escritas
por mí deben seguir vagando en la red para mi vergüenza. Un día debo
recuperarlos y guardarlos bajo siete llaves. Pasaba porque no los dejaba
reposar. Me precipitaba cuando cualquier escritor experimentado sabe que el
primer borrador es engañoso, que todo texto es perfectible, tal vez
infinitamente. Corregir es necesario, y no me refiero a contratar a un
corrector de estilo, que son ya otros ojos. Me refiero a corregirse uno mismo.
Cuando uno vuelve sobre su criatura y bosteza, es mejor escribir de nuevo por
más que la noche anterior haya pasado cinco horas frente a la laptop. Escribir
no es como hablar, porque la oralidad admite redundancias y muletillas, además
que puede ser efectiva más por una adecuada modulación de la voz que por su
contenido. En cambio, en la escritura hay oportunidad de borrar, rehacer, usar
mejores palabras, reducir oraciones, incluso cambiar de opinión. Entonces ahí
sí podrá sentirse orgulloso de su texto, hasta que lo vea un corrector, que
siempre encontrará una frase ininteligible o una coma mal puesta. Es natural.
Ahora sí podrá preocuparse por publicar y esperar que alguien, en la mar de información y entretenimiento, se interese por su escrito. Causar interés es todo un asunto, pero ya lo comentaremos en alguna próxima entrega.
César Antonio Chumbiauca