El corazón como una máquina: lo técnico y lo humano
Hace algún tiempo,
mientras preparaba una entrevista al sociólogo Joaquín Yrivarren para tratar
temas sobre acceso abierto y repositorios digitales, encontré en uno de sus
artículos[1] un fragmento en el que se
refería a los repositorios como “cosas aburridas y mundanas” desde la siguiente
perspectiva: “[…] el aburrimiento es en realidad un sentimiento que surge al
haber sustraído de las cosas técnicas todo rastro de historicidad, pasión e incertidumbre.
Es decir, tras haber divorciado lo técnico y lo humano.”
Cuando era estudiante
universitario de Bibliotecología, recuerdo que a mis compañeros y a mí la
tecnología nos afanaba. Queríamos aprender a instalar sistemas de gestión
bibliotecaria, repositorios institucionales, repositorios de revistas, pero
reflexionábamos poco sobre las implicancias de esas tecnologías más allá de ayudarnos
a organizar y difundir información. Tal vez hoy es diferente.
El investigador argentino
Gonzalo Andrés, de la Universidad Nacional de Entre Ríos (Argentina), citando
al académico francés Jean-Claude Guédon, afirma en un artículo
que los repositorios son artefactos sociotécnicos en el que confluyen los
intereses de diversos grupos sociales: “Por tanto, no alcanza con tener un
enfoque bibliotecológico sobre el desarrollo de repositorios, sino que, por el
contrario, es pertinente adoptar una mirada que aborde la densa trama de
artefactos, sujetos, organizaciones, conocimientos, reglamentaciones, prácticas
y discursos que intervienen en su construcción.”
Sobre esa relación entre
lo técnico y lo humano, hay una historia atribuida al filósofo chino Chuang-Tzu
que me gustaría compartir aquí[2] y dejarlo para la
reflexión sin más ni más:
Así, hace dos mil
quinientos años, el filósofo chino Chuang-Tzu ya habló del peligro de la
máquina cuando dijo:
En sus viajes por las
regiones al norte del río Han, Tzu-Gung vio a un anciano labrando su huerta.
Había excavado un caz de riego. El hombre bajaba al manantial, llenaba un
recipiente con agua y lo vertía abrazo en el caz. Si sus esfuerzos eran enormes,
los resultados parecían muy mezquinos.
Tzu-Gung le dijo: “Hay un
medio por el que podrías alimentar cien cazes en un solo día, y podrías hacer
mucho más con poco esfuerzo. ¿Quieres que te lo diga?” Alzóse el hortelano, lo
miró y dijo: “¿Qué medio puede ser ese?”
Tzu-Gung replicó: “Toma
una pértiga de madera, ligera de una punta, con un peso en la otra. De este
modo podrá sacar agua tan deprisa que se derramará. Eso se llama una zangaburra.”
El enojo asomó al rostro
del anciano, quién dijo: “He oído decir a mi maestro que cualquiera que emplee
una máquina hará todo su trabajo como una máquina. Al que hace su trabajo como
una máquina, el corazón se le vuelve una máquina, y el que lleva en el pecho un
corazón como una máquina pierde su sencillez. El que ha perdido su sencillez se
sentirá inseguro en las luchas de su alma.
“La inseguridad en las
luchas del alma no se aviene con el sentido honesto. No es que no conozca tales
cosas; es que me avergüenza usarlas.”
[1]
Yrivarren, J. (2019). Una sociología de los sistemas de información científica.
Sobre la adopción de repositorios de acceso abierto en el Perú. Nombres,
5(1), 161-186.
[2]
Relato recogido por Werner Heisenberg y reproducido por Marshall Mc Luhan en La
galaxia Gutenberg (Artemisa, 1985, p. 43).