Un amigo mío cuenta cada
vez que puede, en presentaciones y en tertulias, que gracias a su profesión de
bibliotecario ha alcanzado una vida acomodada con la que incluso se dio el lujo
de viajar por el mundo. Mi amigo está cerca de cumplir setenta años. Cuando era
joven decidió estudiar bibliotecología y lo hizo en la antigua Escuela Nacional
de Bibliotecarios, el único lugar en el Perú donde hace cuatro décadas se podía
realizar tales estudios.
En 1980, mediante un convenio, se trasladó la ENB a la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos y desde entonces es una carrera universitaria,
pero tengo la impresión, tal vez equivocada, de que ser bibliotecólogo no es
tan rentable ahora a como lo fue para mi amigo en sus años de ejercicio.
Una razón debe ser que
los egresados y egresadas de la Escuela Nacional de Bibliotecarios tenían un
estatus especial, pues quienes se formaron ahí solían llegar de colegios de
primer nivel y de respetables familias, al menos en sus primeros años, pues
luego fue más abierta. Recordemos que hubo un tiempo en que la formación
bibliotecaria tuvo carácter elitista, y no fue algo que pasó solo aquí, sino
también en otros países, incluso en España una aspirante a bibliotecaria debía
manejar mínimamente tres idiomas, contar con un título profesional y demostrar
una exquisita cultura. Algo similar pasaba en Colombia, según Didier Álvarez. Nada de eso quita, por supuesto,
que los bibliotecarios y bibliotecarias de antaño tuvieran un gran compromiso
con su vocación, gracias a lo cual podían terminar trabajando en organismos
internacionales como la Unesco. Es el caso de peruanas como Judith Roca Terry y María Antonieta Ballón.
Otra razón a considerar,
seguro más potente que la anterior, es que en tiempos en que no existía
internet, las bibliotecas solían abarrotarse de usuarios y las instituciones
públicas y privadas —fuera de las bibliotecas
públicas donde la historia es otra—
solían pagar bien a los bibliotecarios para organizar las colecciones y dar
servicios, aún más, les pagaban becas para viajar y capacitarse en el
extranjero. Hoy en día ni los profesores universitarios permanecen por mucho
tiempo en las bibliotecas. Por eso las bases de datos y los repositorios se han
vuelto imprescindibles. Sigue teniendo sus ventajas ir a una sala de lectura,
pero seguro que no es como antes.
Los bibliotecólogos seguimos encontrando trabajo con relativa facilidad con el grado de bachiller o el título profesional, pero parece que lo que se gana no es muy alto, aunque superamos todavía a otras profesiones. El promedio de ingreso de un bibliotecólogo entre los años 2017 y 2019, es de 2,148 soles, con un mínimo de 1,500 y un máximo de 3,800, según el portal Ponte en carrera.pe. Para aspirar a ganar un poco más, el título de bibliotecario no es suficiente. Hay que seguir estudiando, llevar posgrados, aprender uno o dos idiomas, asistir religiosamente a congresos, ser autodidacta y un sinfín de cosas que, a medida que se avanza, se hace más complejo, aunque más puertas se abren para quien está dispuesto a pasar por el camino estrecho de las teorías e innovaciones que van a tono con la cienciometría, la big data y la inteligencia artificial.
Es posible que este
problema no sea exclusivo de los bibliotecólogos y en general los títulos
universitarios no pesen tanto como antes. ¿Quiere usted ganar más con esta
profesión? Tendrá que ser paciente, seguir formándose, acumular experiencia y
sobre todo atrapar las oportunidades. Lo importante es demostrar su calidad
profesional. Lo demás tendría que caer por su propio peso.
César Antonio
Chumbiauca
Imagen principal: Biblioteca Nacional and the 100 soles note in Peru (Ryan McFarland, 2009).