El maremágnun de la información

Por El referencista - mayo 25, 2021

  

A la saturación informativa se le ha llamado “infoxicación” o “sobredosis de información” y otras maneras médicas que la doctora Estela Morales ha apuntado en el libro Información, desinformación, bibliotecas y usuarios del siglo XXI (IIBI, 2021). Al respecto, el documentalista José López Yepes ha comentado lo siguiente en la presentación de la obra:

Me ha llamado por otra parte la atención la relación terminológica que establece la doctora [Estela] Morales con los nuevos términos acuñados para describir la tragedia del exceso de información donde no se discrimina, lamentablemente, la cantidad de la calidad. Son términos médicos como, por ejemplo, intoxicación, toxicidad, epidemia, etcétera. Todos ellos vinculados al fenómeno de la información (minuto 20:00).

Por otro lado, en el libro Acepto las condiciones: usos y abusos de las tecnologías digitales (Santillana, 2019), el investigador Cristóbal Cobo menciona al poeta Donal Hall y al filósofo Daniel Innerarity para criticar la saturación informativa: “‘La información es el enemigo de la inteligencia’, diría el poeta americano Donal Hall. El filósofo Daniel Innerarity, al aludir el exceso de complejidad, plantea que la nuestra es la sociedad de la desinformación y del desconocimiento” (p. 61).

Definitivamente uno de los problemas del exceso de información es la dificultad para procesarlo todo de tal modo que podamos sintetizar algo concreto. En su libro Homo videns: la sociedad teledirigida (Taurus, 1998), Giovanni Sartori afirma estar de acuerdo con Sergio Lepri en el siguiente punto: “Internet es un gran mar donde navegar es apasionante […] pero un mar que, después de una pequeña travesía de algunos días, preferimos contemplarlo sin movernos del puerto” (p. 55).

Y lo mismo comenta el autor de Homo Desus: breve historia del mañana (Debate, 2016), Yuval Noah Harari: “Se suponía que los humanos destilaban los datos para obtener información, destilaban la información para obtener conocimiento, y este se destilaba en sabiduría. Sin embargo, los dataístas creen que los humanos ya no pueden hacer frente a los inmensos flujos de datos actuales ni, por consiguiente, destilar los datos en información ni mucho menos en conocimiento o sabiduría” (p. 401). Los dataístas son aquellos que han entregado todo el procesamiento de los datos a merced de los algoritmos y la inteligencia artificial.

¿Qué hacer? Al menos en el plano individual, alejarse un poco de la pantalla porque es un maremágnum de información.  Solo así podremos ordenar nuestras ideas en base a lo que hemos podido leer o mirar. Por supuesto, hace mucho bien leer, pero también hace otro bien no leer nada ni informarse de nada por algunas horas para encontrarnos con nuestra propia conciencia. Podríamos ocuparnos de alguna actividad doméstica como preparar la cena o reparar algo dentro de casa. Dibujar o pintar también son maneras de distraernos y meditar. Igualmente podríamos salir al jardín o mirar los autos pasar como cantaba John Lennon en Watching the Wheels. Lo que a mí me gusta es escribir en un cuaderno todo lo que pasa por mi cabeza y cotejar datos después.

Se trata entonces de dejar el televisor, la computadora, el teléfono y cualquier otro artefacto con pantalla que no solo miramos y oímos, sino que piensa por nosotros. Si queremos hacerlo por nuestra propia cuenta, debemos suspender por un momento las voces de las pantallas y escuchar solo la nuestra.

Para terminar, me late que es preciso citar estos versos del poeta Javier Heraud: “Leo mucho en el día y por la noche / me siento a esperar el otoño”. (Estación reunida).

César Antonio Chumbiauca

Imagen principal: Gerd Altmann en Pixabay.

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