Trilce, el poemario de la libertad
Por Cesar Antonio Chumbiauca - noviembre 18, 2013
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César Vallejo fue apresado en noviembre de 1920. |
Por: César Chumbiauca
Una
de las obras poéticas peruanas más resaltantes en la literatura universal
es Trilce
(1922). Escrita por César Vallejo (1892-1938), no reconocida en los primeros
años de su aparición, sin embargo, este libro insólito nos deja algunas
reflexiones que pudiera aprovechar la Dirección de Bibliotecas Académicas y
Especializadas (DEBAE) de la Biblioteca Nacional del Perú a propósito del
trabajo que viene realizando en los centros penitenciarios y de la que uno
puede informarse visitando su blog: Bibliotecas Peruanas en Contexto de Encierro.
Como saben muchos, nuestro
poeta nació en Santiago de Chuco, La Libertad. Sobresalió entre los jóvenes
literatos más brillantes de su época con la publicación de Los Heraldos negros en 1918. Ese mismo año estuvo en
Lima conociendo la movida cultural y luego retornó a su tierra natal donde le
desgarraría la noticia de la muerte de su madre. Dos años después es
involucrado por sus enemigos en una agitada revuelta y es recluido en una miserable
celda de la cárcel de Trujillo el 6 de noviembre de 1920.
Es
tras las rejas donde hundido, solo, abatido por el sentimiento de injusticia y
el recuerdo de la madre, escribe los últimos poemas de la obra por la cual críticos europeos lo han puesto entre las
cabezas del vanguardismo mundial; es en las mazmorras donde compone ese libro
que piensan algunos significa dulzura y tristeza: Trilce. ¿Qué cosas expresa?
Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.
(III)
Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.
(XVIII)
He
almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua…
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua…
(XXVIII)
Yo
no he comprobado lo que me dijo un profesor de literatura hace unos años, pero
lo comento: me contó que una de las cosas que Vallejo pidió en la cárcel fue un
diccionario. Sea verdad o no, es lógico. El poeta trabaja con la palabra y más
aún si lo que pretende es renovarla o hacerle decir lo inesperado, de lo contrario
Trilce sería un disparate, pero
sabemos que no es así porque nuestro vate había asumido la estética de su obra
con agallas. Más tarde, ya libre, su libro se imprime en los Talleres de la Penitenciaria
de Lima, lo que significa que la primera edición fue hecha por manos presidiarias.
Sin embargo, y a pesar de todo, Trilce
es el libro de la libertad.
El
poeta yacía entre «las cuatro paredes albicantes de la celda», físicamente
preso; su espíritu de artista, no. Eran tiempos de un modernismo academicista donde la inspiración poética se hallaba maniatada por la métrica de verso y la
rima, por eso cuando Trilce salió a
la luz sufrió la crítica mordaz, siendo lo mejor que pudo recibir, el
silencio. Pero hay que ver, realmente, qué fuerza tendría en la renovación de
la poesía universal. Trilce nos
enseña que el hombre no puede perder su total libertad, porque su espíritu profundo
y su imaginación son inconmensurables.
Por
ello debo decir que el mensaje sobre Vallejo y Trilce pudieran compartirse, y ocasión es que la DEBAE lo haga a través
del valiente y esforzado trabajo que realiza en los centros penitenciarios del
país. La DEBAE ha ido más allá de solo organizar bibliotecas y hacer fomento de
la lectura en las cárceles; con la colaboración de artistas,
escritores, conductores de televisión, músicos y otras figuras muy respetuosas
ha llevado abrigadores mensajes a quienes se encuentran privados de su
libertad. Hablarles de Vallejo les infundiría el ánimo de que aun cumpliendo una condena pueden
hacerse cosas increíbles, maravillas que trasciendan las penumbras de cuatro
paredes.
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