Gabriel Naudé: el pensador de las bibliotecas y los golpes de Estado
¿Sabía usted que la misma
persona que escribió un tratado sobre la organización de bibliotecas en el
siglo XVII fue el primero en explicar qué son los golpes de Estado? Se trata de
Gabriel Naudé (1600-1653), de quien conviene comentar un poco ahora que, debido
a la situación política del Perú, se habla mucho sobre golpes de Estado.
Durante la primera mitad
del siglo XVII, Francia se preocupaba por menoscabar la hegemonía de España, no
obstante, debía afrontar una convulsionada situación interna producto de
hambrunas, revueltas de grupos radicales, enfrentamientos religiosos,
conflictos con nobles e incluso quejas de las cortes soberanas, que eran
parlamentos que tenían la potestad de desaprobar la publicación de los decretos
del rey, devolviéndoselos para su modificación.
Frente a esas
limitaciones, los pensadores políticos de la época encontraron la solución en
el absolutismo, el poder concentrado en la figura del rey y que comenzó a tomar
forma en el reinado de Luis XIII bajo el influjo del famoso y temido cardenal
Richelieu (1585-1642). Por supuesto, el absolutismo se corrompería en la
práctica y culminaría con la Revolución francesa.
Es en este contexto en
que aparece la obra emblema de Gabriel Naudé, Considérations
politiques sur les Coups d’Estat (1639), con apenas doce
ejemplares. En resumidas cuentas, lo que hace Naudé es argumentar a favor de
los golpes de Estado como remedio extremo que el estadista ejecuta cuando sus
reformas no pueden aplicarse por las buenas. Se considera esta idea un tanto
maquiavélica, pero su autor desarrolla los conceptos de “derecho común” y “bien
común”. Significa esto que en determinadas situaciones el bien común puede
estar por encima del derecho de los particulares. No obstante, para Naudé un
golpe de Estado es al fin de cuentas una carta brusca que el estadista, en lo
posible, debe evitar. Además, justifica que se trataría de una acción amoral y
no inmoral.
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Carátula de la primera edición de 1639 publicada en Roma con tan solo doce ejemplares. Biblioteca Nacional de París. |
En internet circula una versión en castellano de 1964 con una
introducción de Juan Carlos Rey, reconocido politólogo de
la Universidad Central de Venezuela, y una breve biografía sobre el autor. Ahí
nos cuenta que Gabriel Naudé fue un librepensador de escritorio. Algo natural
para él pues podía servirse de la mejor literatura de su época en su condición
de bibliotecario, perfil que empezó a formarse cuando le confían el cuidado de
una biblioteca privada a la edad de 20 años. Tiempo después de culminar sus
estudios de medicina, un amigo lo recomienda en 1631 como bibliotecario para el
cardenal de Bagni, un destacado diplomático que se convierte en su protector y por
quien escribe la mencionada obra sobre los golpes de Estado.
A la muerte de Bagni en
1641, siguió desempeñándose como bibliotecario para un nuevo cardenal. Pero
entonces Richelieu lo manda a llamar para ocupar el mismo cargo, aunque debido
a su muerte en diciembre de 1642, es su sucesor, Mazarino,
quien lo nombra. Juan Carlos Rey nos comenta sobre su trabajo: “Organiza la
biblioteca de éste [Mazarino], que contó con más de cuarenta mil volúmenes y
fue famosa por ser la primera abierta al público en Francia. Esta obra
constituía el máximo orgullo de Naudé y cuando en 1651, pese a su vehemente
protesta, el Parlamento de París pone en venta y dispersa la biblioteca del
Cardenal Ministro, Naudé, amargado y despechado, marcha a Estocolmo a la Corte
de la Reina Cristina. Pero en 1653 al enterarse de que Mazarino se propone
regresar a París se dispone a su vez a volver para reorganizar su biblioteca.
Sin embargo, no logra su objetivo y muere ese mismo año durante su viaje de
regreso, en Abbeville” (p. 35).
Aunque hoy en día son
pocos los bibliotecarios que han oído hablar de Gabriel Naudé, es importante
mencionar que fue uno de los primeros en escribir un tratado sobre la materia.
Lo tituló Advis pour dresser une
bibliothèque (1627). Seguro fue su amplitud erudita, además de su eficaz
tarea organizando bibliotecas, lo que le valió el respeto de los importantes
políticos de su tiempo.
César Antonio Chumbiauca
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