A propósito de El FIN DE LAS BIBLIOTECAS
Por Cesar Antonio Chumbiauca - abril 25, 2012
Sobre las utopías que anuncian el
fin de las bibliotecas aún mantengo escepticismo. Nadie creería que las
bibliotecas desaparecerían si es que ha
visitado las bibliotecas muy bien dotadas de todas las herramientas y recursos
para dar servicios de primera. Las buenas bibliotecas se reinventan conforme a
sus usuarios y hacen que sea imprescindible para las necesidades de esas
personas. No en vano existe la Bibliotecología, esa disciplina responsable de
que la Biblioteca sea más que libros.
El pensamiento biblioclasta, que
fomenta el fin y destrucción de las bibliotecas, halla cabida en la realidad de
las bibliotecas pobres y desfasadas, como la biblioteca de la Facultad de
Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Aunque parezca increíble de la Facultad más
antigua de América, su biblioteca aún suspira el letargo de las bibliotecas
medievales. Sus libros se guardan con recelo, el personal disfruta restregándoles
en la cara sus restricciones a los lectores de la sala, el trato aunque no es irrespetuoso
es agresivo, y se conoce que no hay una legítima gestión profesional
bibliotecaria. Todo esto, más los problemas presupuestales, sindicales y
tecnológicos, han traído a la decadencia una de las bibliotecas de la
Universidad que, por cierto, alguna vez tuvo a un gran Pedro Zulen dirigiendo
la biblioteca más importante del país allá en los años frescos de la pos
Reforma Universitaria.
Hoy en día no solo la Biblioteca
de Letras es candidata a la biblioclastia, porque de San Marcos son contadas con
los dedos de una mano las bibliotecas que apenas cumplen con las normas
internacionales para ser, en serio, una biblioteca universitaria. Las
acreditaciones de sus facultades son una farsa, un disfraz del momento para
recibir un reconocimiento poco honesto. Para que una universidad sea buena debe
cumplir básicamente con cuatro aspectos: alumnos entusiastas, maestros a la
altura, excelentes laboratorios y bibliotecas de calidad. Sin embargo, todo
esto depende de un aparato administrativo que, en el régimen estatal, está
sucia de burocracia e intereses personales.
La Escuela de Bibliotecología es
una especialidad de la Facultad de Letras y, no obstante, no se corresponde con
su biblioteca. Si esto continúa, no podemos enfrentarnos a la utopía
biblioclasta. Los pésimos servicios y el desinterés hacia el usuario son la
razón más clara para que el apocalipsis de las bibliotecas se manifieste.
Nota: Las palabras 'biblioclastía', 'biblioclasta', son términos acuñados por Fernando Báez. Consulte del autor: Historia universal de la destrucción de libros.
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