¿Por qué la biblioteca pública no es una demanda?
Por Cesar Antonio Chumbiauca - agosto 21, 2015
Foto: Biblioteca Nacional del Perú |
Por César Chumbiauca
La biblioteca pública en el Perú es un servicio que todos creemos necesario, pero que a su vez no es una demanda de la ciudadanía en general. Incluso estamos en un dilema, pues pasa que las bibliotecas públicas están vacías de lectores, ante lo cual nos adelantamos a explicar lo superficial: los adultos no tienen tiempo y los jóvenes prefieren sus teléfonos móviles antes que leer un libro.
Quienes
sí llenan las bibliotecas son los estudiantes preuniversitarios. Para tomar un
caso, está la biblioteca municipal del distrito de Santa Anita. Un edificio de
tres pisos dedicado casi exclusivamente a muchachos entre quince y veinte años que
van allí en busca de concentración. Es agradable y triste a la vez verlos
estudiar en medio de la frialdad del edificio que no tiene mobiliario adecuado
y cuenta con una colección de libros que llegan en descarte de otras
bibliotecas. No está mal, pero ¿una biblioteca así no es solo una biblioteca
pasiva? A propósito de eso, hace unas semanas la revista Ideele sacó un reportaje
sobre lo último acerca de la Ley del Libro. Allí el editor de Mesa
Redonda, Juan Miguel Marthans, dijo lo siguiente: «La parte más importante de la ley debería ser que el
Estado compre libros, más que las leyes hacia los compradores o los beneficios
que podamos obtener. Nosotros a veces recibimos correos de instituciones del
Estado que piden libros. Es estúpidamente ridículo que una municipalidad te
pida que dones libros».
En marzo de este año, el crítico literario Víctor Vich
contó su experiencia sobre las bibliotecas distritales en los Estados Unidos.
Bibliotecas activas, valoradas por la población gringa, verdaderos centros de
esparcimiento cultural y de apoyo a la escuela. Para Víctor Vich, las
bibliotecas públicas son una urgencia y deberían levantarse no solo con la inversión
del Estado, sino de la empresa privada. Pero como en nuestro país leer no se
“ve” interesante (como sí lo es la televisión basura), por lo tanto las
bibliotecas públicas no son ni rentables y mucho menos son una demanda, así que
si los alcaldes decretan implementar una, ellos creerán que nos están haciendo
un favor. Víctor Vich lo confirma: «ni los
políticos, ni los empresarios -nadie- tienen algún interés por “lo público” y,
si lo tienen, suelen presentarlo como una simple “dádiva” y no como una
intervención verdadera en lo que debería de ser un proyecto colectivo de
sociedad.» (OjoPúblico).
Sería más fácil quedarnos de brazos cruzados y seguir sin
bibliotecas, sin acceder al libro y sus posibilidades. Si vamos a crear
bibliotecas y nadie las va a visitar, pues para qué. Pero habría que ir más al
fondo y preguntarnos por qué las bibliotecas no resultan atractivas. Si las
bibliotecas tienen mobiliarios horrendos, no cuentan con salas divididas por
áreas temáticas o por tipo de usuario, no tienen acceso a internet ni catálogos
ni bibliotecólogos, no cuentan con estanterías abiertas, tienen libros
desactualizados y mal olientes, si no se hacen actividades culturales, no se
invita a participar a la comunidad, no se hace promoción, no invierte el
Estado, no invierten las grandes empresas, pues para qué. Una prueba de que sí
es posible tener una biblioteca pública hermosa es la Gran Biblioteca Pública
de Lima. Es bastante visitada, todos los sábados revienta de gente, sobre todo
escolares y familias cuyos padres se sienten orgullosos de llevar a sus niños al
templo ancestral del conocimiento. Sin embargo, si a nadie le interesa, si
esperamos que sea una demanda antes que una política activa, podríamos ser
aquello de lo que el protagonista de la novela de El mal de Montano, de
Enrique Vila Matas, se quejaba: «empiezo a no entender por qué debo hacer apostolado de la lectura. Que
cada iletrado de este país haga lo que quiera, faltaría más. (…) Me pregunto
pues por qué razón debería echarles una mano y recomendarles que leyeran libros
si sólo les deseo el mal, si sólo quiero que aumente su estupidez y se
estrellen de una vez por todas viajando en el tren de la ignorancia que pagamos
todos pero que algún día ellos pagarán muy caro…»
3 Comentarios
Excelente nota César, tienes toda la razón las bibliotecas publicas actualmente en otros países se han convertido en centro dinámicos de lectura y aprendizaje, donde hay ofertas culturales para todas las edades en ambientes abiertos y agradables. Hay regiones que no saben en qué invertir tanto dinero que reciben, cuando se podría seguir el ejemplo de Medellín, Colombia y otros países cercanos
ResponderEliminarHay tanto qué hacer, estimado Fernando. Y sabemos qué hacer y cómo hacerlo, pero si el interés no viene de arriba, ¿qué podemos hacer? Hay iniciativas buenas como UBIP, pero ¿por qué tiene que ser así, un acto de filantropía y no más bien una demanda popular y una urgencia del Estado? Saludos.
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