Doña Bárbara y qué barbaridad, cómo cambian los tiempos
Por Cesar Antonio Chumbiauca - septiembre 21, 2015
Mi novia, a
quien suelo aburrir contándole resúmenes de literatura, esta vez me escuchó
atentamente cuando le hablé de Doña Bárbara.
Jamás he leído completa la novela, pero he visto hace poco la película mexicana
de 1943, dirigida por Fernando de Fuentes y protagonizada por María Félix,
actriz que me suena conocida. Bien, la película es muy interesante a pesar de
estar en blanco y negro, y lo mejor es que deja entrever aspectos de la vida
que hoy han cambiado y que quiero comentar.
Dígame Licenciado…
Antes lo había
notado en María, de Jorge Isaacs. El
protagonista, Efraín, viaja a Europa para seguir Medicina, profesión por la que
su padre apuesta el futuro de la familia. En el caso de Doña Bárbara, el héroe Santos Luzardo vuelve a su hacienda,
Altamira, luego de haber seguido estudios de Derecho en Caracas. Siendo aún
bachiller, es muy respetado por los peones y las demás personas a su alrededor.
Parece que la estadía universitaria, el solo hecho de haber seguido los
primeros estudios superiores, le da al joven Luzardo un status especial que le hace ganarse respeto, admiración y el
aseguramiento de su porvenir. Y me pregunto yo: ¿se asegura uno hoy su futuro
solamente con haber terminado el pregrado? Lógicamente la Medicina y el Derecho
son carreras con mucho prestigio, pero pocos miran bien a un recién egresado, a
un bachiller, incluso a un licenciado. Se entiende que la razón es la
experiencia. En las carreras de ciencias empresariales se sabe muy bien que sin
una maestría se es poco en el mercado profesional. Pero en Bibliotecología pasa
un poco lo contrario. Los estudios de posgrado lo ponen a uno como
sobrecalificado, lo que le hace muy difícil encontrar un empleo merecedero.
En las graduaciones
nos hacen creer que ya hemos logrado una meta que costó gran esfuerzo y
dedicación, pero la verdad es que a veces importa más tener vara. ¿Con un doctorado
nos mirarán por fin con respeto? Quizá no haga falta (Alan García lo sabe mejor
que nadie). Las cosas han cambiado mucho, hay quienes se burlan de los
profesionales porque un cartón no les ha servido para encontrar un empleo que
les abulte la billetera, como si se estudiara para hacerse millonario. La cruda
verdad es que los millonarios más famosos del mundo como Steve Jobs o Bill
Gates nunca terminaron la universidad. Esto me hace recordar un diálogo entre
dos amigos, un estudiante de Filosofía y el otro de Comunicación, que
regresaban del comedor universitario. El filósofo, jugando con un par de naranjas,
le decía al comunicador: “Cinco años quemándote
las pestañas para verte después haciendo taxi…”
El comunicador le contestó: “Y tú cinco años en
Filosofía para verte con esas naranjas haciendo malabares debajo del semáforo,
frente a mi taxi.”
Habla bonito…
En la película
Santos Luzardo es un señor de “hablar sabroso”. Aquello es diferente a ser
“sabrosón”, que tiene una connotación Salserín con mucho swing. Luzardo llega a
Altamira y cría a Marisela, hija de Doña Bárbara. La educa, le enseña hablar
claro y correcto, con propiedad. Ahora pensemos nuevamente en el profesional de
hoy en día. No vamos a generalizar y decir que en estos tiempos todas las
personas con estudios superiores hablan siempre coloquialmente. Pero expresarse
bien ya no es un asunto primordial en algunos profesionales. Incluso hay a quienes ni les interesa
escribir de manera pulcra y usar los signos ortográficos como se deben. Aún
peor, hace poco el cuentista más importante de nuestra literatura, Julio Ramón
Ribeyro, fue mancillado cuando la Gerencia de
Cultura de la Municipalidad de Lima escribió “Riveiro” en un post que debía
homenajearlo.
El hombre perfecto
Luzardo es caballero,
gallardo, limpio, simpático, inteligente, encara los problemas, negocia, tiene
sentido del humor, se gana el cariño de sus peones. Con estas características
hasta la devoradora de hombres, Doña Bárbara, no se pudo resistir. Ahora, ese
tipo de macho seguramente pertenece exclusivamente al terreno de la ficción o
es una idea que se heredó desde la Edad media hasta la quinta década del siglo
pasado. La caballerosidad en estos días del apocalipsis es una añoranza de mi
abuelita que no deja de decir que todo tiempo pasado fue mejor.
Allí están
algunos puntos sobre cómo han cambiado los tiempos. No sé bien qué dice la
novela. Tendría que ir más allá del primer capítulo. Se los dejo de tarea y
luego me transmiten el comentario. Solo les puedo hablar de la película, que
muy al estilo mexicano, pone en Santos Luzardo el prototipo de hombre y de profesional,
aunque en ningún momento lo veamos ejercer de manera directa.
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