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Dirigida por Álvaro Velarde |
Por suerte deja de cundir el pánico cuando descubrimos que el bibliotecólogo no es de los malos, sino más bien el antagonista, un hombre preparado, leído, con opiniones serias, pero que carece de carácter y agilidad para refutar las patrañas de la prensa amarillista que lo ataca. Debido a esto, nuestro colega ficticio se retira de las elecciones y se marcha a Europa para recibir una condecoración por sus aportes sobre bibliotecas digitales.
Se sospecha que la razón por la cual los guionistas, o en
todo caso el director, eligieron a un bibliotecólogo fue porque el escenario
del supuesto Palacio de Gobierno es el marmóreo hall de la Gran Biblioteca
Pública de Lima. Quizás los responsables de la película se encariñaron con los
biblios o les llamó la atención la nobleza de su trabajo. Quizás fue un trato
para permitir la locación.
En fin, sería interesante que algún día, en la vida real, resalte
en los medios un bibliotecólogo comprometido intelectual y políticamente, reconocido,
premiado internacionalmente, aunque menos asustado que el personaje que
apareció en la pantalla gigante. ¿Será por el estereotipo reservado de los
bibliotecarios? ¿Será la nuestra otra
disciplina del silencio? Vean la película.
César Antonio Chumbiauca
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