
Empecé
a escuchar a Bob Dylan el año pasado. Antes no me llamaba la atención. Cuando estudiaba
en la universidad me obsequiaron un libro biográfico, pero no pasé del primer
capítulo y lo dejé. Se entendía ya que Dylan era considerado un poeta, que tuvo
su momento de fama y que luego, como le pasa a muchos artistas, se le apagaron
las luces. Aunque este cantautor tiene la suerte de volver siempre. Y esto por
lo común es causa de los prestigiosos premios que ha recibido de cuando en
cuando, entre ellos, el Pulitzer, el Príncipe de Asturias y hasta un Oscar. No
obstante, la leyenda se cimienta en canciones como Like a Rolling Stone, Blowin
in the Wind, Knockin’ on Heaven’s
Door y una serie de composiciones de mensaje agudo.
Eso
sí, la premiación a Dylan debería ser un aliciente para todos aquellos
compositores que sienten que cada vez hay una menor valoración de las letras.
En la música comercial abundan las frases trilladas, los mismos asuntos. Pocos,
pero muy pocos, saben qué es la nueva trova y la canción de autor. De esta
manera, uno prefiere invitarlos a escuchar a Silvio Rodríguez, Joan Manuel
Serrat y Joaquín Sabina, o también, para un caso más peruano: Chabuca Granda. Igualmente
en otros géneros hay inspirados compositores, por ejemplo en la salsa, donde
resaltan los relatos sociales de Rubén Blades.
Dicen
que por allí Dylan tenía unos libros escritos por él mismo. De qué van, no sé,
no me interesa leerlos. No soy un fanático. Pero no me molesta que se haya
llevado el Nobel. Por supuesto que hay escritores, poetas y dramaturgos que son
unos genios, pero el premio se entrega anualmente y esta vez se lo dieron a
alguien que viene siendo candidateado desde hace algunos años. Así que los
suecos tampoco decidieron reconocer a un músico de la noche a la mañana. Para
este año muchos anhelaban que gane Philip Roth. De seguro que sí se lo merece, aunque
yo todavía no lo he leído, así que me daré el tiempo para ver si apuesto por él
en las próximas quinielas. A la Academia Sueca siempre le tiran barro por sus decisiones.
El Nobel es el premio literario más importante del mundo… y el más pifiado
también. Es cierto que, estrictamente, la categoría de Dylan no es la
literatura, pero no debemos olvidar que la poesía nació con la música y que
escribir una buena letra para una canción es un trabajo difícil, no cualquiera
puede hacerlo. Acomodar las sensaciones vitales a los ritmos de los acordes,
sin caer en lo trillado, es tan difícil como componer un soneto. Esa es la
razón por la que una letra fuera de su contexto musical raramente se sostendría
sola.
César
Antonio Chumbiauca
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