Excesos del usuario como cliente
Por Cesar Antonio Chumbiauca - febrero 20, 2018
(Imagen: http://radicalconcepts.com) |
Martha, referencista en la biblioteca de una universidad privada, atiende a un estudiante que desea conocer un dato económico intrincado. El usuario le deja la tarea para que ella lo “ayude”; le pide que lo resuelva en un tiempo breve. Martha nota que el tema es demasiado difícil, hasta se diría que no existe información al respecto, solo aproximaciones. Comienza a sudar la gota gorda. Mientras ella busca diligentemente, suena de pronto el celular del estudiante. Responde: “¿Aló?... Sí, loco, más tarde nos vemos, ya te dije… ¡Claro, no me pierdo ese partido por nada del mundo…!”
Es indignante, pero es una
realidad entre los bibliotecarios. Somos servidores, no sirvientes. Es
necesario reconocer que orientar es diferente a entregar
la información lista y depurada, como servida en la “boquita”. Proporcionar una
referencia no es dar siempre la respuesta; es ayudar a encontrar las fuentes para que quien hace la consulta las explote por su cuenta, pues de
eso se trata el proceso de investigar. No nos toca como bibliotecarios resolver
tareas ajenas. Nos compete formar habilidades informacionales.
A mi parecer, hay algo malo en
eso de considerar siempre como “clientes” a los lectores e investigadores. Nuestra
hermosa disciplina humanista abusa ahora de las técnicas empresariales. Tampoco
está todo mal. El mercado laboral de los bibliotecólogos ya no está solo en las
bibliotecas. En la sociedad de la información no podemos ser tan tradicionales.
Lo malo es que actuamos como si tuviéramos que vender la información. Dejamos
de ser facilitadores y nos convertimos en promotores del facilismo.
Este problema también se observa en
el área de tecnologías de la información. Los informáticos se las tienen que
ver con herramientas de descubrimiento que con una sola búsqueda permiten encontrar
toda la información posible sobre un tema. Fue una buena idea hasta que se
desvirtuó. Cuando esta herramienta falla, algunas bibliotecas repiten los
registros de artículos en línea en sus catálogos cuando es más sencillo enseñar
a usar las bases de datos correspondientes.
Ya están apareciendo
investigaciones del síndrome de burnout (desgaste profesional) en
bibliotecarios. Es muy complicado cuando hay que atender diariamente a personas que creen que siempre tienen la razón. El usuario, al
menos en una biblioteca, no es nuestro jefe, es alguien con necesidades informacionales
y la nuestra es una carrera de servicio. Si seguimos viéndolo como cliente caemos
en un error, porque un cliente es alguien que nos genera ganancias en tanto
consuma lo que se le vende. Pero los bibliotecarios no vendemos cosas. Damos un
servicio que contribuye a la formación espiritual o profesional de las
personas. Es necesario dejar que el usuario tenga las cosas un poco complejas,
que investigue, o de otro modo que sencillamente disfrute como lector, que al
fin de cuentas es un acto de placer, que se duerma en la sala de lectura si
quiere (pero que no ronque), que al final no se puede estar más lúcido que
después de una buena siesta.
Por eso, humildemente, no estoy
de acuerdo con que los usuarios sean vistos estrictamente como clientes. No me gusta una
bibliotecología corporativa -al menos no en una biblioteca-; es mejor una bibliotecología humanista. Nosotros, los bibliotecarios, decidimos si nos
“adaptamos” a las nuevas épocas o aportamos en el “llamado a la calma”. Esta
sociedad del siglo XXI no para de correr, todo lo quiere al instante. ¿Seremos
cómplices del facilismo?
César Antonio
Chumbiauca
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