Karen Uhlenbeck y el efecto Matilda

Por Cesar Antonio Chumbiauca - marzo 24, 2019

Es bien sabido que en muchas ocasiones los hallazgos científicos no son atribuidos a sus descubridores, sino a quienes cuentan con fama y privilegio. Este fenómeno enfocado entre hombres y mujeres se llama el efecto Matilda. Sin embargo, la entrega del premio Abel a la matemática Karen Uhlenbeck es una señal de cambio.

Karen Uhlenbeck en 1952 | Imagen: George Bergman (Wikimedia Commons)
Por César Antonio Chumbiauca

En cienciometría, la marginación de los descubrimientos científicos de las mujeres recibe un nombre peculiar: el efecto Matilda. Es un fenómeno en el cual si una mujer realiza un hallazgo relevante para la ciencia, no recibe ningún reconocimiento; posteriormente, si un varón realiza el mismo hallazgo, será él quien se lleve las palmas. Este problema es llamado así en memoria de Matilda Joslyn Gage, una activista neoyorquina que en 1893 escribió un ensayo protestando contra la discriminación hacia la mujer como inventora. Pero fue la historiadora de la ciencia, Margaret W. Rossiter, quien más tarde y luego de padecer la misma discriminación de sus trabajos, acuñaría el nombre.

Por suerte, cada vez se va tomando conciencia de esta problemática y las Hipatias de este siglo alcanzan la gloria merecida. La reciente entrega del premio Abel a la estadounidense Karen Keskulla Uhlenbeck es una muestra del cambio. Diarios como El País de España venden la noticia con titulares como "Una mujer gana por primera vez el ‘Nobel’ de matemáticas", pues el premio lo otorga la Academia Noruega de las Ciencias y las Letras en Oslo y por manos del mismísimo rey. No está de más decir que es un galardón similar a la Medalla Fields, solo que esta se entrega a los matemáticos menores de cuarenta años.

Karen Uhlenbeck tiene 76 años de edad y está afiliada a la Universidad de Texas en Austin. Es reconocida por sus investigaciones sobre las superficies mínimas en las burbujas de jabón. Sus hallazgos han aportado enormemente al campo del análisis geométrico moderno y a otras áreas en las que las matemáticas y la física se comprenden mejor. Además, la galardonada, nacida en 1942 en Cleveland, Ohio, participa en el Programa de Mujeres y Matemáticas (WAM) del Instituto de Estudios Avanzados financiado por la Fundación Nacional de Ciencias de su país y cuya misión es apoyar a las estudiosas en todas las etapas de su formación profesional y de investigación.

Un dato interesante es que sus padres un ingeniero y una artista inculcaron en ella un amor profundo por la lectura. Animada por ellos, leyó desde sus años escolares los libros de físicos como Fred Hoyle y George Gamow.  En su perfil personal para la Universidad de Texas en Austin, comenta: “De niña leía mucho, y leía todo. Iba a la biblioteca y luego me quedaba despierta toda la noche leyendo. Solía leer debajo del escritorio en la escuela. Toda mi familia fue y sigue siendo ávida lectora; vivíamos en el campo, así que no había mucho que hacer. Estaba particularmente interesada en leer sobre ciencia. Tenía unos doce años cuando mi padre comenzó a llevar a casa los libros de Fred Hoyle sobre astrofísica. Los encontré muy interesantes. También recuerdo un pequeño libro de bolsillo llamado One, Two, Three, (and, in?) Infinity de George Gamow, y recuerdo la emoción de comprender este argumento tan sofisticado de que había dos tipos diferentes de infinitos. Leí todos los libros de ciencia en la biblioteca y me frustraba cuando ya no quedaba nada para leer”.

Estamos frente a una mujer que inspirará a muchas otras. El efecto Matilda pronto podría pasar a la historia como uno de esos prejuicios anacrónicos de la humanidad.  Karen Uhlenbeck y otras como ella luchan por eso.

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¿Por qué los ejemplos de mujeres en las matemáticas y en las ciencias naturales son tan pocos? Este video contiene una explicación interesante.

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