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La torre de Babel. Peter Brueghel el Viejo. |
Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?
Jorge Luis Borges. La biblioteca de Babel.
Cuando
era niño me llamaba la atención la historia de la torre de Babel, ese episodio
posdiluviano que cuenta que los hombres quisieron edificar una ciudad en una
torre tan alta que alcanzara el cielo, lo que no agradó a Dios, por lo tanto,
para desbaratarlo todo, confundió el entendimiento entre los hombres, pues
tenía “entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras” (Génesis
11, 1).
Ese
capítulo del Antiguo Testamento inspiró otra historia, una bella, fascinante y
genialmente contada por Jorge Luis Borges: “La biblioteca de Babel”. Es un
cuento asombroso poblado de laberintos, bibliotecarios delirantes, libros
enigmáticos en donde incluso se puede encontrar “la relación verídica de tu
muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de
cada libro en todos los libros…”. En síntesis, una biblioteca que contiene
“todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas”.
Más allá del mito y la ficción
Esto
me recuerda al bibliotecólogo colombiano Didier Álvarez, a quien, ya fuera del
terreno del mito y la ficción, le preocupa mucho las relaciones que existen
entre la biblioteca y el lenguaje. Es más, preconiza una bibliotecología del lenguaje.
Didier Álvarez Zapata | Imagen: Udearroba. |
Él
ha comentado en sus artículos, entrevistas y conferencias que el lenguaje es un
elemento que hay que comprender a cabalidad para vincularlo adecuadamente con
la memoria, la información y el conocimiento. En la conferencia titulada “Biblioteca
y lenguaje. ¿Solo formar lectores?”, Didier Álvarez afirma que “el
lenguaje tiene mucho más que hacer en la biblioteca que simplemente dedicarse a constituir espacios de promoción, animación
y mediación de la lectura”.
Según
el profesor Álvarez, es necesario ir más allá, pensar en los otros dominios del
lenguaje como la escritura, la oralidad e incluso el lenguaje visual. De esa
manera se pueden comprender mejor a las comunidades que, aunque sus miembros
sepan leer y escribir, son más orales que escritas. A partir de esto, el
bibliotecario consciente tiene la misión de rescatar esa cultura oral y ayudar
a preservarla, pues ahí se concentran las tradiciones y la memoria de los
pueblos. Esta oralidad, presente mayormente en los ancianos, es memoria viva.
La Federación Internacional
de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA), en
su Declaración sobre el Conocimiento Indígena Tradicional,
afirma que dicho saber tiene condición de vulnerabilidad, pues la modernidad ha
reducido la importancia que tenía la transmisión de conocimientos de los
ancianos a los jóvenes.
Lenguas originarias e
interculturalidad
Como
las bibliotecas están atentas a las necesidades de su comunidad, tienen que
proporcionar materiales en su lengua, pues llenar los estantes solamente con
libros en español sería no tener consideración por su cultura nativa.
Estaríamos cayendo en lo que la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición
Oral e Interculturalidad crítica, señalando que “existen ciudadanos
y autoridades que creen que la diversidad lingüística es un obstáculo para el
desarrollo, una dificultad que el Estado supuestamente debería superar a través
de la homogeneización lingüística de la población, es decir, castellanizando a
los hablantes de lenguas indígenas u originarias”.
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Uros en el lago Titicaca | Imagen: Dongyuan CC BY-NC-SA 2.0 |
Por
supuesto, se necesita de un contexto favorable para el fomento y preservación
de las lenguas originarias. Se necesita de un motor social para producir y
hacer circular las obras escritas y audiovisuales en un contexto donde las
autoridades, la escuela y los actores sociales pongan en valor la lengua
nativa, y que, además, esté presente en los servicios públicos y privados. El
bibliotecario podría perder el entusiasmo si no existen las condiciones
mínimas.
Recordemos
que en el Perú se hablan 48 lenguas según la lista de
lenguas indígenas originarias del Ministerio de Cultura. Su
protección es vital, pues según la Unesco, cada dos semanas desaparece una lengua
en el mundo, “llevándose con su desaparición todo un patrimonio cultural e
intelectual”.
Por
eso es interesante explorar más esa visión del lenguaje desde la
bibliotecología. Hoy que nos orientamos más hacia un paradigma científico
social, corresponde abrir sendas y contribuir con estudios y mucho trabajo. Es
interesante, por ejemplo, que el programa Aló BNP, de la Biblioteca Nacional del Perú,
haya lanzado una convocatoria para voluntarios que quieran dar servicios de
lectura por teléfono en quechua.
César Antonio Chumbiauca
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