Biblioteca y lenguaje

Por El referencista - febrero 24, 2021

La torre de Babel. Peter Brueghel el Viejo. 

Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje? 

Jorge Luis Borges. La biblioteca de Babel. 

Cuando era niño me llamaba la atención la historia de la torre de Babel, ese episodio posdiluviano que cuenta que los hombres quisieron edificar una ciudad en una torre tan alta que alcanzara el cielo, lo que no agradó a Dios, por lo tanto, para desbaratarlo todo, confundió el entendimiento entre los hombres, pues tenía “entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras” (Génesis 11, 1).

Ese capítulo del Antiguo Testamento inspiró otra historia, una bella, fascinante y genialmente contada por Jorge Luis Borges: “La biblioteca de Babel”. Es un cuento asombroso poblado de laberintos, bibliotecarios delirantes, libros enigmáticos en donde incluso se puede encontrar “la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros…”. En síntesis, una biblioteca que contiene “todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas”.

Más allá del mito y la ficción

Esto me recuerda al bibliotecólogo colombiano Didier Álvarez, a quien, ya fuera del terreno del mito y la ficción, le preocupa mucho las relaciones que existen entre la biblioteca y el lenguaje. Es más, preconiza una bibliotecología del lenguaje.

Didier Álvarez Zapata | Imagen: Udearroba.

Él ha comentado en sus artículos, entrevistas y conferencias que el lenguaje es un elemento que hay que comprender a cabalidad para vincularlo adecuadamente con la memoria, la información y el conocimiento. En la conferencia titulada “Biblioteca y lenguaje. ¿Solo formar lectores?”, Didier Álvarez afirma que “el lenguaje tiene mucho más que hacer en la biblioteca que simplemente dedicarse a constituir espacios de promoción, animación y mediación de la lectura”.

Según el profesor Álvarez, es necesario ir más allá, pensar en los otros dominios del lenguaje como la escritura, la oralidad e incluso el lenguaje visual. De esa manera se pueden comprender mejor a las comunidades que, aunque sus miembros sepan leer y escribir, son más orales que escritas. A partir de esto, el bibliotecario consciente tiene la misión de rescatar esa cultura oral y ayudar a preservarla, pues ahí se concentran las tradiciones y la memoria de los pueblos. Esta oralidad, presente mayormente en los ancianos, es memoria viva. La Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA), en su Declaración sobre el Conocimiento Indígena Tradicional, afirma que dicho saber tiene condición de vulnerabilidad, pues la modernidad ha reducido la importancia que tenía la transmisión de conocimientos de los ancianos a los jóvenes.

Lenguas originarias e interculturalidad

Como las bibliotecas están atentas a las necesidades de su comunidad, tienen que proporcionar materiales en su lengua, pues llenar los estantes solamente con libros en español sería no tener consideración por su cultura nativa. Estaríamos cayendo en lo que la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad crítica, señalando que “existen ciudadanos y autoridades que creen que la diversidad lingüística es un obstáculo para el desarrollo, una dificultad que el Estado supuestamente debería superar a través de la homogeneización lingüística de la población, es decir, castellanizando a los hablantes de lenguas indígenas u originarias”.

Uros en el lago Titicaca | Imagen: Dongyuan CC BY-NC-SA 2.0 

Por supuesto, se necesita de un contexto favorable para el fomento y preservación de las lenguas originarias. Se necesita de un motor social para producir y hacer circular las obras escritas y audiovisuales en un contexto donde las autoridades, la escuela y los actores sociales pongan en valor la lengua nativa, y que, además, esté presente en los servicios públicos y privados. El bibliotecario podría perder el entusiasmo si no existen las condiciones mínimas.

Recordemos que en el Perú se hablan 48 lenguas según la lista de lenguas indígenas originarias del Ministerio de Cultura. Su protección es vital, pues según la Unesco, cada dos semanas desaparece una lengua en el mundo, “llevándose con su desaparición todo un patrimonio cultural e intelectual”.

Por eso es interesante explorar más esa visión del lenguaje desde la bibliotecología. Hoy que nos orientamos más hacia un paradigma científico social, corresponde abrir sendas y contribuir con estudios y mucho trabajo. Es interesante, por ejemplo, que el programa Aló BNP, de la Biblioteca Nacional del Perú, haya lanzado una convocatoria para voluntarios que quieran dar servicios de lectura por teléfono en quechua.

César Antonio Chumbiauca

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