La
bibliotecaria Liubenka Obrenovich Rojas (1959-2023) partió para siempre el
pasado miércoles 6 de diciembre. A finales de octubre de este año tuvimos una
entrevista que fue publicada en la revista Otlet.
En ella rescatamos su paso por Cedro (Centro de Información y Educación para la
Prevención del Abuso de Drogas), donde trabajó por más de 30 años; y las
gestiones realizadas en la coordinación de la Gran Biblioteca Pública de Lima
(GBPL).
Lo
que trascendió en nuestra conversación y que no noté hasta hace poco que pude
reflexionar sobre sus aportes, es que mucha de su experiencia profesional
confluye en la importancia del préstamo en el ámbito público como formas de
afianzar la confianza en el usuario, en el ciudadano, y también como una manera
de abrir oportunidades a quienes no la tienen.
Desde
que era estudiante y realizaba prácticas en Cedro y llevaba por propia
iniciativa libros a los niños, hasta el momento en que lideró la GBPL y se la
jugó para que las políticas de préstamo de libros cambiasen para que se
pudieran prestar a domicilio, se reconoce que, si bien para Liubenka el espacio
llamado biblioteca y la colección son vitales, nada tiene sentido si el
préstamo no se hace efectivo. Los libros deben moverse, deben salir de los
estantes. Y eso es algo que lamentablemente no pasa en muchas de nuestras
bibliotecas públicas y municipales, que atienden en horario de oficina y además
no permiten que las personas se lleven los libros a sus casas.
Cuando
en la Biblioteca Nacional se propuso cambiar el reglamento de préstamos, no fue
fácil. Liubenka encontró miedo y resistencia:
Cuando empezamos a
prestar los libros corríamos ese riesgo, decíamos vamos a perder libros,
incluso dentro de la Biblioteca Nacional había personas que me decían:
“Liubenka, te has metido en un lío tremendo”. Yo les decía: “Pero hay sustento,
hay un reglamento con una resolución”. Y me replicaban: “Y si no te devuelven
el libro, ¿qué va a pasar? Vas a tener problemas legales”. “Bueno -respondía-.
Correré el riesgo”.
Y
esa era la actitud de Liubenka Obrenovich. El préstamo de libros a domicilio se
comenzó a brindar cuando la pandemia aún estaba presente. La GBPL contaba con
cuatro motos con las cuales podían llevar los libros a las personas que lo
requerían, todo con los protocolos y los controles respectivos y utilizando
segundos ejemplares. De ese modo, la GBPL volvía a ser nuevamente un modelo y
un espacio para la experimentación.
Cuando
Jorge Basadre fue director de la BNP, una de sus políticas fue que los niños
también pudieran tener espacios para leer y estudiar. A eso llamamos acceso a
la lectura y a la información. Liubenka dio otro paso para el acceso, y lo hizo
fomentando que los libros se prestaran, pues se sabe que las personas prefieren
leer más en su casa que en una biblioteca. Y además porque los libros a veces
son caros. Gracias al préstamo a domicilio, una señora le dijo a Liubenka en
una ocasión: “Yo leo en la noche con mi hijo el libro que ustedes me han
prestado”.
Esa
es una de las cosas que nos dejó Liubenka Obrenovich, mujer valiente que se iba
hasta la zona del Vraem (Valle
de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) llevando libros en épocas muy
peligrosas, que escapaba de los espacios de confort para realizar su labor
social, haciendo que el libro llegara a las personas, que lo tuvieran en sus
manos, que fuera la mejor compañía.
César Chumbiauca Sánchez
Imagen principal: Liubenka Obrenovich. Foto: Rosa María Merino.
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